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domingo, 12 de diciembre de 2010

Quien tiene un amigo tiene un tesoro.

Ayer (11/12/10) tuve el honor de estar invitado a la celebración de los 50 años de un AMIGO.

Entre amigos, familiares y compañeros de trabajo, tanto del celebrante como de su esposa, seríamos unas 70 personas.

La cena fue estupenda y el ambiente muy alegre y relajado estuvo amenizado por una pareja de músicos amigos de la familia, que por cierto lo hicieron muy bien.

Aunque las conversaciones en estas celebraciones suelen ser banales, en un flash de las mismas surgió el tema de los invitados, en el sentido de a quién invitar y por donde cortar, ya que, aun siendo mucha gente, había muchos más que por méritos podían estar ahí y es que 50 años dan para muchos “amigos”.

La Real Academia Española, define la amistad como “Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.”

Cuando uno se pone a pensar en los amigos que tiene, o incluso que ha tenido, sería capaz de hacer una lista, en ocasiones hasta muy extensa, pero si nos ceñimos a la definición que nos propone la RAE, la verdad es que esta lista sufriría recortes por todos lados.

Yo mismo, repasando mis más de 50 años, he considerado amigos, de los de verdad a mucha gente, desde los primeros juegos en las aceras de la calle, los primeros y sucesivos compañeros de clase en la escuela “Cervantes” y el Instituto Francisco Tárrega, que era el único que había por aquel entonces en Villarreal, y la escuela de magisterio, conocida como “Normal”, especialmente aquellos compañeros con los que más tiempo y aficiones compartía, y que en la mayoría de los casos, formaban parte del grupo de amigos fuera de los ámbitos académicos, a los que se unían otros amigos que estudiaban en otros sitios.

Los amigos nacidos de relaciones extraescolares, como pueden ser los relacionados con el deporte, en servicio militar, y otras muchas actividades, posteriormente en el mundo laboral,...

En fin, que son muchas las personas a las que a lo largo de una vida llamamos “amigos”, y en la mayoría de los casos lo son, y además, como estas relaciones se van quedando por el camino sin saber como, sin rencores, sin discusiones, sin riñas, nunca deberían dejar de considerarse amigos, de hecho yo cuando me refiero a alguno de ellos, sigo nombrándolo anteponiendo a su nombre el calificativo de “mi amigo...”.

Pero al igual que, como dice la RAE, la amistad se fortalece con el trato, también podríamos considerar que mengua con la falta del mismo, y así ocurre. Personas por las que antaño hubieras dado la vida, ahora pasan a tu lado y no somos capaces más que de esbozar una sonrisa y como mucho preguntar ¿Cómo te va?, más por compromiso que por saber realmente de su vida y de sus problemas, y a esta pregunta, indefectiblemente damos u oímos la misma respuesta ¡Bien!, aunque realmente vaya mal. No somos capaces de confiarnos a nuestros “amigos” y contarles nuestras penurias, y esto ¿de que es señal?, de que realmente no son nuestros amigos, se han convertido en “conocidos”, y quizá ni eso, pues de un conocido puedes decir a que se dedica, con quien vive o cuantos hijos tiene, y en estas ocasiones, quizá no nos acordemos ni de sus apellidos.

Es una pena que perdamos los amigos con tanta facilidad, cuando cuesta tanto conseguirlos, y como dice la Biblia “Quién encuentra un amigo, encuentra un tesoro.”

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